Si asistir a una boda causa gran alegría por lo que supone como proyecto en común de dos personas que se aman, más alegría causa, si cabe, asistir a unas Bodas de Oro donde se percibe que ese inmenso amor se ha mantenido durante 50 años (que no es poco).

Sí, María Rosa y Ángel llevan ese tiempo de feliz matrimonio y sus hijos han querido sorprenderlos con una celebración sencilla a la vista de todo el mundo (porque de verdad el hecho lo merece), nada menos que en una plaza, al lado del restaurante donde tuvieron la comida.
A veces las cosas son mas sencillas de lo que parece y no requieren de gran esfuerzo económico.
Al final y debido a la ola de calor, se quedó en una fiesta en la estricta intimidad, con unos esposos gratamente sorprendidos por la celebración de un acto que no esperaban y el amor de unos hijos enormemente agradecidos a unos padres que lo han dado todo por ellos. Contó, por supuesto, con la presencia y emotiva participación de los nietos.
Quisieron prepararles la ceremonia de la Rosa, que vino como anillo al dedo a unos esposos que no necesitan de ningún anillo para mostrar lo que se aman y que desean seguir juntos toda la vida.
